miércoles, 20 de septiembre de 2023

II.4 COLOMBIA: UNA ESMERALDA EN PROCESO DE TALLADO

Introducción

Colombia es un país no sólo limítrofe con el Perú, sino un Estado vecino con el que guardamos importantes relaciones sociales, económicas y culturales desde la época de la Colonia, ya que la Colombia actual fue el núcleo principal del Virreynato de Nueva Granada o de Santa Fé, que en su momento de mayor apogeo, hacia mediados del siglo XVIII, llegó a comprender territorios de las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, además de regiones del norte del Perú y Brasil, y el oeste de Guyana.  En el contexto de las luchas por la independencia de la América Española, el Congreso de Angostura de 1819, mediante la Ley Fundamental de la República, creó la Gran Colombia -oficialmente la República de Colombia- que unió a Venezuela y a la Nueva Granada en una sola nación,​ a la que luego se adhirieron Panamá (1821), Quito y Guayaquil (1822).

Esta república existió jurídicamente entre 1821 y 1830, año en que se disolvió con la separación de la república de Venezuela y el surgimiento del Ecuador,  mientras que Panamá quedó como un departamento de Colombia hasta noviembre de 1903, año en el que también proclamó su independencia en un  contexto signado por las negociaciones de los líderes políticos de la entonces región de Panamá con las de Estados Unidos para la construcción del Canal de Panamá, obra que había sido iniciada por la empresa francesa liderada por el conde Ferdinand de Lesseps, quien fracasó en el proyecto cuya construcción había comenzado en 1881.

El actual perfil territorial de la república de Colombia se concretó en el sector amazónico, primero con Brasil, entre 1904 y 1916, mediante tres tratados, uno de los cuales involucró  también al Ecuador; y, finalmente, con el Perú a través del tratado Salomón-Lozano de 1922 (ratificado en 1928), que convirtió a Colombia en país ribereño del río Amazonas  al reconocer nuestro país la soberanía colombiana sobre el territorio que en el Perú denominamos “Trapecio Amazónico”.

Rasgos de la Geografía Física de Colombia

Con una superficie de 1’141,748 kilómetros cuadrados de extensión, situada en el sector noroccidental del subcontinente sudamericano, Colombia es el cuarto país en extensión superficial de América del Sur después de Brasil, Argentina y Perú. Sin embargo, su territorio posee unas características particulares que es importante resaltar.

Ubicada en su mayor parte en la franja tropical del hemisferio norte, Colombia esta atravesada de sur a norte, a semejanza del Perú, por la Cordillera de los Andes con tres ramales a partir del Nudo de Pasto: Occidental, Central y Oriental. Sin embargo, los andes colombianos son mucho menos abruptos que en su sector peruano o boliviano, formando feraces y amplios valles entre la cordillera occidental y central -el del río Cauca- y entre la cordillera central y oriental -el del río Magdalena- que se unen en la llanura del Caribe  antes de entregar sus aguas al Mar del mismo nombre. Otros relieves montañosos importantes son la Sierra de Santa Marta, una cordillera que nace al borde del Mar Caribe  y no relacionada geológicamente en su origen a la Cordillera de los Andes, pues es más de dos veces más antigua, y que, curiosamente, es sumamente empinada, tanto que a una distancia de 42 kilómetros del litoral caribeño se encuentra su punto culminante: los picos Cristóbal Colón y Simón Bolívar, cubiertos de nieves perpetuas, ambos con una altitud de 5,775 msnm que los convierte en los picos más altos del territorio colombiano. Existen otros sistemas montañosos periféricos no vinculados estructuralmente a los Andes, entre los que pueden mencionarse  a la Serranía del Darién, que en buena parte establece el límite entre Colombia y Panamá; o la Sierra de la Macarena, esta sí en el piedemonte andino en la selva amazónica, que funciona como el punto de encuentro de los ecosistemas andinos, amazónico y orinocense, y que fue durante varios años un lugar de refugio de la guerrilla denominada Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Aproximándonos al mapa completo de Colombia, puede señalarse que este país consta de cinco regiones naturales continentales y de una región natural marítima:

Región Amazónica: en la parte sur de la región oriental de Colombia, cubierta por el bosque amazónico. Tiene una extensión de 452,572 km2 según el criterio ecológico, y está cubierta por el bosque tropical amazónico, si bien la deforestación y el cambio de uso del suelo, con frecuencia para fines non sanctos (crecimiento del narcotráfico) está llevando a la rápida reducción del área de esta región natural, excepción de los territorios indígenas titulados presentes espacialmente en el departamento de Amazonas, fronterizo con el Perú. La extensión mencionada es la estimada por el Instituto Sinchi, adscrito al “Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial” de Colombia, siendo que la superficie señalada equivale al 58 % del territorio amazónico peruano.

Región Andina: corresponde a la parte colombiana de los Andes, incluyendo a los valles interandinos de los ríos Cauca y Magdalena, y mesetas como la Cundiboyacense (departamentos de Cundinamarca y Boyacá) siempre en altitudes bastante más propicias para el desarrollo de actividades como la agricultura y la ganadería que las que priman en el Perú. En ella, los páramos constituyen un piso andino alto, una peniplanicie, equivalente al de la puna en el Perú, con la diferencia de que concentran una alta humedad, por lo que la biodiversidad también presenta diferencias importantes con nuestra puna.

Región Caribe: comprende las llanuras costeras del Caribe colombiano y los grupos montañosos de la región que no pertenecen a los Andes como los Montes de María y la Sierra Nevada de Santa Marta, esta última ya reseñada brevemente líneas arriba. Cabe incluir dentro de esta región a La Guajira, península desértica que comparten Colombia con Venezuela, aunque sólo una mínima parte pertenece a este último país. Esta península desértica tiene esa característica como consecuencia de los vientos alisios secos procedentes del hemisferio norte y conforma, junto con la costa noroccidental de Venezuela y las Antillas el cinturón árido peri-caribeño. Por lo demás, amplios sectores de los departamentos de Córdoba, Sucre, Bolívar y Magdalena, son territorios bajos semidesérticos en las proximidades del Mar Caribe e incluso depresiones como la de Mompós, donde los ríos Cauca y Magdalena se unen, por lo que allí, más bien, el encuentro de las aguas de dos de los más caudalosos ríos del país y la escasa pendiente, tienden a formar multitud de lagos y ciénagas, intercalados con una vegetación de sabana propicia para sostener una ganadería bovina extensiva.

Región Costa Pacífica: comprende las llanuras costeras del Pacífico colombiano y los grupos montañosos de la región que no pertenecen a los Andes, en particular la Serranía del Baudó. Está cubierta por densas selvas tropicales como consecuencia de la contracorriente ecuatorial cálida que funciona frente a la costa Pacífica colombiana y que produce abundantes lluvias, y consecuentemente ríos de corto recorrido pero muy caudalosos, siendo una de las regiones naturales más débilmente ocupadas por el hombre.

Región Orinoquía: presente al norte de la región oriental de Colombia, región plana de baja altitud. Puede verse o bien como la cuenca plana del Río Orinoco o como la región de Llanos Orientales de Colombia. En ella, la ribera de los ríos está cubierta por bosques de galería y las temperaturas promedio son bastante altas; es la tierra de los “llaneros”, que básicamente se dedican a la crianza extensiva de ganado bovino.

Región Insular: comprende a las islas colombianas que no son consideradas islas costeras como el Archipiélago de San Andrés y Providencia en el Mar Caribe occidental y la Isla de Malpelo en el Océano Pacífico. La isla de San Andrés, la más extensa de este conjunto insular con 32 km2 de superficie, se encuentra a 720 km de la costa del caribe colombiano. Su importancia es más geopolítica que económica -aunque es el destino de una importante corriente turística- si bien el año 2012, la Corte Internacional de Justicia dictaminó la soberanía total de Colombia sobre el archipiélago, pero con concesiones de espacio marítimo a Nicaragua, lo que generó un rechazo colectivo del pueblo y las instancias de gobierno colombianos.

Desde el punto de vista hídrico, Colombia se presenta como un país abundantemente rociado por agua de lluvia, tanto así que ha sido considerado recientemente por la “Fundación Aquae”, con sede en España, como el país más lluvioso del mundo pues recibe, en promedio, 3,240 mm de lluvia por año. Esto responde al hecho de que el país está ubicado en la zona de convergencia intertropical y que cuenta con dos fachadas oceánicas: sobre el mar Caribe, en el Océano Atlántico y sobre el Océano Pacífico, frente a los cuales se desplazan corrientes marinas de aguas cálidas. La fachada del Pacífico colombiano es especialmente lluviosa, ya que en poblaciones  como Quibdó o Lloró, en el departamento de Chocó, llueve más de 1,000 mmm/mes, en promedio…. tanto o más que en las regiones más lluviosas de la Tierra como el Golfo de Bengala, entre la India y Bangladesh!!.

Todo ello determina que Colombia tenga una amplia red de ríos navegables que se han constituido desde la época de la Colonia en los ejes para la comunicación y la articulación del territorio, destacando entre ellos el río Magdalena, con orientación sur-norte, clave para la temprana vinculación de los principales núcleos demográficos y económicos de la Colombia andina con la región caribeña y, en general, con regiones y países del hemisferio occidental, a través de ciudades como Cartagena, Barranquilla y Santa Marta. Ello, en desmedro de la articulación de Colombia  con la cuenca del Pacífico a cuyo litoral oceánico hay que llegar atravesando los Andes occidentales desde las ciudades que lideran el sistema urbano colombiano, adentrándose previamente en selvas (bosque húmedo tropical que se prolonga hasta las llanuras del litoral Pacífico), que pueden considerarse entre las más densas del mundo pero que, a su vez, poseen una enorme biodiversidad, contribuyendo con las otras regiones naturales arriba mencionadas, a hacer de Colombia -según estimaciones de agencias internacionales, fundaciones y ONG sobre temas ambientales- el país más biodiverso de nuestro planeta según algunas de ellas, o el segundo, según otras.

MAPA FÍSICO-POLÍTICO DE COLOMBIA

FUENTE: Instituto Geográfico Agustín Codazzi – IGAC, Colombia


Los pueblos indígenas previos a la conquista española

A propósito de la población indígena colombiana, puede señalarse que ella proviene de tres familias culturales y lingüísticas: la arawak, del área antillana; la chibcha o muisca, probablemente originaria de la región mesoamericana, y que se localizó en la meseta de Cundinamarca en el área andina central del país, donde también se ubica actualmente la ciudad de Bogotá, capital del país; y, los caribes, venidos de lo que hoy hace parte de la amazonía brasileña.

De ellos, vamos a hacer una breve referencia a los Chibchas por su importancia en la formación y evolución de la Colombia actual[1]. Es probable que esta cultura recién iniciaba su progreso cuando llegaron los conquistadores españoles en el siglo XVI. A esa fecha, la cultura Chibcha estaba organizado en cacicazgos o señorío con un gobierno representado por una monarquía de tipo absoluto, a cargo de los caciques que se llamaban el Zipa o el Zaque y, cuyo nombre variaba según la región donde ejercieron su administración gubernamental. Estos señores tenían en su poder la más amplia autoridad y la obediencia a ellos era inmediata y suprema.

En cuanto a su religión, adoraron al Sol a quien llamaban Súa, siendo su Dios principal Bochica, al que consideraban como la encarnación del bien y del espíritu civilizador.

En lo referente a su arquitectura, no han quedado signos o mayores monumentos arqueológicos. Sus construcciones en un principio fueron de madera y, después, de piedra, aunque a este  respecto hay serias dudas pues prácticamente no se encuentran ruinas de construcciones chibchas lo que quiere decir que fueron destruidas durante la colonización española o bien, en realidad, fueron básicamente de barro (adobe); de lo contrario, por lo menos algunas construcciones hubieran subsistido, como sí ocurre en el Perú con las construcciones incaicas y de otras culturas prehispánicas que, como conocemos los peruanos, muchas de ellas son sofisticadas obras de ingeniería hechas con piedra granítica que han resistido al tiempo.

También existieron los Tayronas así como presencia de los chibchas en la Sierra Nevada de Santa Marta, ocupando varios departamentos del norte de la Colombia actual, de donde descienden los actuales Kogui. Ellos sí desarrollaron poblados construidos en piedra, canalizaciones y terrazas de cultivo para evitar la erosión, como por ejemplo Ciudad Perdida que data del 650 D.C, construcciones que perduraron inclusive hasta el siglo XVII. Puede señalarse que el trabajo en cerámica y orfebrería de estos pueblos es aún más notable que lo realizado por los Muiscas. Su relación con los colonizadores españoles fue de conflicto, pero lograron sobrevivir internados en la Sierra Nevada.

Por ello, no puede negarse que en las actuales tierras colombianas, vivieron pueblos de hombres hábiles e inteligentes que destacaron en la agricultura, básicamente del maíz, la alfarería y la metalurgia, siendo considerados, en esto último, como unos verdaderos maestros y artífices, tal como cualquier persona puede convencerse al visitar el Museo del Oro del Banco de la República, en Bogotá, o el de los Sinu con el Museo del Oro en Cartagena.

Los Chibchas tuvieron intensas relaciones comerciales con los pueblos centroamericanos, y parece que fueron quienes hicieron conocer a las culturas de la costa del norte del Perú (Mochicas, Chimús) y tal vez a los Incas en aquellas regiones. Para sus transacciones comerciales usaron una especie de moneda o tejo de oro y realizaron grandes ferias como las de Zipaquirá donde intercambiaban una serie de productos como esmeraldas, sal y algodón.

En resumen, los Chibchas constituyeron un pueblo de transición entre los pueblos intermedios y las altas culturas, pero resulta claro que ni ellos ni otros pueblos originarios de la actual Colombia lograron la construcción de alguna entidad política compleja hasta el momento de la conquista española, como sí lo lograron los Incas en el Perú.

 

La población y la sociedad colombiana

La presencia de España en la actual Colombia empieza a afirmarse con la fundación de la ciudad de Santa Marta, sobre el Caribe, lo que ocurrió en 1525. Como en la mayoría de los países iberoamericanos, la Colombia contemporánea es un país donde predomina el mestizaje, impulsado por el dinamismo demográfico, la movilidad geográfica y la urbanización, pero con marcadas diferencias regionales. Las tierras altas de los Andes del sur y del este, fueron un espacio de mestizaje entre españoles y la población indígena, teniendo al departamento de Nariño, en el extremo sur del país y fronterizo con el Ecuador, como aquel donde la población indígena sigue siendo numerosa. La costa atlántica fue el lugar del mestizaje tri-étnico, donde se mezclaron los españoles con la población aborigen y el importante aporte africano, por lo que tiene mayor parecido al mundo antillano. En las llanuras orientadas hacia el Caribe, el mestizaje se ha dado básicamente entre la población indígena  y los grupos afroamericanos, algo distinto a lo que ocurre en la región comprendida desde el Golfo de Urabá hacia el sur, a lo largo de toda la costa del Pacífico colombiano, en donde, desde la eliminación de la esclavitud, a mediados del siglo XIX, se asentó mucha población precedentemente afectada por la triste condición de esclavitud, manteniéndose hasta el presente prácticamente sin mestizarse con otros grupos étnicos, al punto que, por ejemplo, en el departamento de Chocó, en el Pacífico colombiano, más del 80 % de la población es afroamericana.

A diferencia, en el valle del Cauca, el modelo de explotación de la tierra basado en la gran propiedad agrícola perteneciente a familias blancas pero que empleaban a esclavos negros como mano de obra, favoreció un distanciamiento entre familias criollas y poblaciones negras. Más marcado es el caso de la antigua región de Antioquia, que comprendía, además del departamento de Antioquia actual a los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío, donde familias provenientes del norte de España (Asturias, Galicia, País Vasco y Cataluña) se posesionaron de la tierra a partir del siglo XVIII, proporcionando el raro ejemplo de un campesinado blanco pionero en tierras tropicales. De allí la denominación popular de “paisas” a los habitantes de esta región, término que no sólo tiene un sentido lingüístico (por el “dejo” especial de los naturales de esta región), sino también sociocultural.

Colombia es un país que durante el siglo XX y aún iniciado el siglo XXI, creció a tasas demográficas bastante mayores que otros países sudamericanos (2.1 % año frente al 1.0 % año del Perú para 2022), lo que responde a largos periodos de pujante crecimiento económico, otros -no tantos- de estabilidad política, la mejora de las condiciones sanitarias y la existencia de un importante mercado de bienes de consumo y de servicios representado por una predominante clase media urbana. Ello explica el hecho de que Colombia, con algo más de 52 millones de habitantes al año 2023, sea el tercer país latinoamericano más poblado, después de Brasil y México, superando largamente a Argentina que ocupó ese lugar durante la mayor parte del siglo XX. El Perú, con sus actuales 33 millones de habitantes, se ubica en el quinto lugar entre los países latinoamericanos considerando su volumen de población.

Por lo demás, el ciudadano colombiano, principalmente en las ciudades, es una persona con un nivel educativo y cultural relativamente elevado, sin duda por encima del promedio latinoamericano, lo que se advierte fácilmente cuando, por ejemplo, uno toma un taxi en cualquiera de las grandes ciudades colombianas y descubre que el conductor es una persona educada y culta, capaz de sostener una conversación alturada sobre temas de la actualidad política y muchos otros.  El colombiano también se distingue por hablar, según diversas fuentes, el mejor español de Latinoamérica, claro, no exento de modismos locales y de giros íntimos como utilizar, a nivel familiar, el “usted” para el trato coloquial. Asimismo, resulta extraño y no falto de gracia para el extranjero de habla hispana escuchar en ciudades pequeñas y generalmente periféricas de Colombia el uso de términos y giros lingüísticos que probablemente los peruanos los ubicamos mentalmente en la época de la Colonia. A este blogger le sucedió en una oportunidad que al ir a la oficina de una línea aérea en la ciudad de Ipiales, en los Andes del sur del país, para confirmar su vuelo de retorno a Bogotá, la señorita que lo atendió le inquirió de entrada y muy cordialmente: “¿me regala su nombre vuestra merced?”.

Pero la sociedad colombiana no ha sido ni es, a pesar de lo expresado en el párrafo precedente, un oasis de paz y tranquilidad. Por el contrario, ya en el siglo XIX, las opciones entre un Estado centralista y otro federalista (Estado Unitario de Nueva Granada, Confederación Granadina, Estados Unidos de Colombia y finalmente República de Colombia) y la lucha entre conservadores y liberales se zanjaron finalmente luego de la Guerra de los Mil Días desarrollada entre 1899 y 1902. En el siglo XX, una nueva oleada de violencia entre 1948 y 1957 tuvo como consecuencia la muerte de entre doscientos y trescientos mil colombianos, proceso que desembocó en un pacto de alternancia en el poder y de repartición de la administración estatal entre conservadores y liberales. Además, este periodo de violencia generó el primer gran desplazamiento de campesinos a los centros urbanos, convirtiendo a Colombia, tempranamente, en un país más urbano que rural.

Un segundo gran desplazamiento, se origina muy poco después, desde la década de 1960, cuando la violencia recrudece con la aparición de grupos armados ilegales (conocidas por sus siglas de FARC, M-19, ELN, EPL), más o menos bien organizados, que se presentan como fuerzas  guerrilleras con una propuesta política y social de extrema izquierda, en general poco consistente y todavía menos convincente entre la población, que acarreó secuestros, asesinatos, sicariato, reclutamiento forzado de jóvenes, desplazamientos en ocasiones masivos de población mayormente rural en búsqueda de protección al encontrarse entre dos fuegos, y aparición de grupos paramilitares de extrema derecha que al igual que el narcotráfico, presionan por apoderarse de las mejores tierras, proceso que actualmente continúa, especialmente en los departamentos de Nariño, Cauca, Chocó, Norte de Santander, y otros. Como respuesta gubernamental a este serio problema, existe una política de devolución de tierras muy importante, pero que está demostrando tratarse de un proceso muy complejo.

Como resultado del desplazamiento forzado en el contexto de la violencia contemporánea en Colombia, según se estima más de seis millones de personas se han visto forzadas a desplazarse dentro y fuera del territorio nacional, abandonando sus hogares y sus tierras, sus bienes, sus costumbres, sus comunidades y sus medios de vida.

Este periodo de violencia  mantuvo claramente en jaque al país hasta el año 2016, cuando durante el gobierno de Juan Manuel Santos se logró la firma de los acuerdos de paz con el principal grupo insurgente, las FARC, que llevó a su desmovilización, la entrega de las armas, y su incorporación a la vida civil del país bajo la forma de un nuevo partido político denominado “Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común”.

Sin embargo, los otros grupos armados ilegales aún no han dejado de actuar, si bien el actual gobierno de centro-izquierda ha anunciado el cese al fuego bilateral con el ELN, las disidencias de las FARC, el Clan del Golfo y los Pachenca y/o Autodefensas de la Sierra Nevada.

En opinión de este blogger, gran parte de la ola de violencia que ha afectado a Colombia, por lo menos la que viene desde la década de 1960, tiene una de sus principales causas en el fracaso de las reformas agrarias dispuestas por leyes de los años 1936, 1961, y 1994. En un país con gran cantidad de suelos fértiles, abundancia de agua de lluvia, pero altas tasas de crecimiento demográfico, la acumulación de la tierra en manos de terratenientes, generó una concentración de la enorme riqueza originada en el campo en pocas manos, mientras que la mayor parte del campesinado apenas sobrevivía en parcelas pequeñas y marginales, sin acceso a la asistencia técnica necesaria y en lugares poco accesibles a los grandes mercados donde colocar sus productos. En ese contexto, las guerrillas se presentaban como la fuerza que luchaba  por una verdadera justicia social, como demostración de lo cual secuestraba a los terratenientes, les imponía cupos y hasta prácticamente cerraba carreteras  al tránsito pues en cualquier momento aparecían para imponer la “vacuna”, o, en  otras palabras, realizar cobros ilegales a quienes transitaban por ellas, razón por la que durante muchos años los colombianos se desplazaban de una ciudad a otra preferentemente por vía aérea, en desmedro del transporte de superficie, retrasando así el desarrollo y la más eficiente articulación vial del país. El gobierno de centro izquierda instalado en 2022, tiene como componente principal de su programa de gobierno y como reto, llevar adelante una verdadera reforma agraria que, bien ejecutada, podría cambiarle el rostro a la Colombia rural y convertir a este país, en el futuro, en una verdadera potencia agrícola mundial.

 

Sistema urbano sin parangón en la Sudamérica hispana

Debe señalarse que la composición de la población en urbana y rural al año 2020 en Colombia, muestra a un país altamente urbanizado, en donde el 81.4 % vive en ciudades, porcentaje que, por lo demás, se asemeja mucho al que tenemos en el Perú. Pero lo que verdaderamente llama la atención en Colombia es la abundancia de grandes ciudades multifuncionales, “millonarias” en población, empezando por la capital del país, Bogotá, con 11.3 millones de habitantes en su área metropolitana en 2023, similar al volumen de población de Lima, y continuando en orden descendente con Medellín, Cali (estas tres conformando el denominado “Triángulo de Oro”), y luego Barranquilla, Cartagena, Cúcuta y Bucaramanga, todas ellas con más de un millón de habitantes a nivel de área metropolitana. Siguen luego, cerca de una docena de ciudades que se ubican entre los 500,000 y el millón de habitantes, también en su área metropolitana,  tales como Ibagué, Manizales, Pereira, Valledupar, Villlavicencio, Montería… Otra conclusión importante después de apreciar una vista panorámica de cualquiera de estas ciudades, es que predomina en todas ellas la planificación y resultan muy funcionales, con grandes parques, vías rápidas y sobre todo numerosos edificios de importante altura, signo, a nuestro entender, de la gran acumulación de riqueza que reflejan estas ciudades, seguramente proveniente en parte importante del campo (la caña de azúcar y diversas industria en Cali; el café en Pereira y Manizales), pero también de la profusión de los servicios de todo tipo en ellas, si bien algunas ciudades están identificadas básicamente con sólo un servicio, como Cartagena y Santa Marta, ambas a orillas del mar Caribe, que viven de la actividad turística de playa. “Colombia: país de ciudades”, es un lema usual en Colombia para caracterizar el perfil territorial urbano del país.

En el desarrollo y la importancia que ha alcanzado la urbanización en Colombia, ha jugado un papel significativo -además de la extrema violencia de décadas reseñada en el componente sobre población y sociedad precedente- la exitosa oposición de los grandes propietarios agrícolas a los intentos de reformas agrarias, lo que contribuyó a la expulsión del campesinado a las ciudades. Sin embargo, ello no se opone a las consecuencias espaciales de la intensificación de actividades agrícolas tales como la expansión del cultivo del café que desde el periodo de entre siglos XIX al XX, significó un inmenso movimiento de colonización de las vertientes andinas, lo que sumado al desarrollo de ciertos rubros industriales y en tanto las ciudades son centros que concentran -ya se dijo- los múltiples servicios que requiere la agricultura y la agroindustria, estimuló el despegue de una urbanización multipolar y la amplitud de un vigoroso movimiento de estructuración del territorio que tuvo lugar especialmente en la Colombia andina, ejemplo de lo cual es el surgimiento del ya mencionado “Triángulo de Oro”.

Ese modelo y evolución dista mucho, en líneas generales, del conglomerado urbano peruano, poco diversificado funcionalmente y pobremente jerarquizado en el marco del centralismo, en donde las ciudades andinas no se han beneficiado, por ejemplo, de los importantes desarrollos mineros contemporáneos que operan con el carácter de enclaves económicos mientras que la agricultura es poco relevante tanto por las condiciones físicas (escasez y pobre calidad de los suelos, aún más escasos a mayor altitud; frecuentes sequías en el marco de una agricultura de secano) como por la falta de recursos técnicos y el predominio del minifundio, lo que ha llevado a que pierdan la importancia que tuvieron en el pasado como ciudades que vivían de la actividad minera de su entorno, pero que, ya iniciado el siglo XX y sumado al progresivo desarrollo vial, impulsó un intenso proceso migratorio hacia las ciudades costeras. La gradual vinculación de esta última región con el mundo a través de los puertos, con el dinamismo económico que impone el reciente desarrollo de irrigaciones y el  consecuente crecimiento casi exponencial de las exportaciones agrícolas y agroindustriales para segmentos cada vez más importantes del mercado mundial, ha terminado por consolidar una red de ciudades costeras que no tiene comparación con las ciudades andinas, excepción de aquellas que funcionan como vitales nudos de tráfico, caso de Huancayo o Juliaca, o que viven del turismo internacional, como el Cusco.

En Colombia, la primacía del rol de Bogotá como cabeza del sistema urbano colombiano, ubicada en los Andes, a 2,600 metros de altitud sobre el nivel del mar, ha sido fundamental prácticamente desde su fundación ya que ha ejercido una tutela directa sobre la parte del territorio más poblada gracias a la articulación temprana que logró de los sectores andinos con las tierras bajas y sobre todo con los puertos del Caribe, rol en el que, en el pasado, jugó un importante papel el eje fluvial constituido por el río Magdalena, que tiene una orientación general sur-norte y es navegable en su mayor extensión. En ese sentido, la importancia y el papel articulador de Bogotá es inamovible y contrasta con los cambios de localización que sí ocurrieron, en el tiempo, del centro hegemónico en cada uno de los otros conjuntos regionales: Popayán, Palmira y Cali para la región del Cauca; Santa Fe de Antioquia, Rionegro y Medellín para la región antioqueña; Cartagena, Santa Marta y Barranquilla para la costa atlántica.

Y aunque la red de transporte no es materia de amplio tratamiento en este artículo, es lamentable constatar cómo Colombia no ha aprovechado, en tiempos modernos, el río Magdalena, navegable por 1,000 km desde Honda en el departamento de Tolima hasta su desembocadura en el Caribe, cerca de Barranquilla. Ello podría convertir a este río en un eje de comunicación de primer orden, no sólo para fines del comercio, sino para que, a modo de un río Rin sudamericano, ser la vía principal a cuyas orillas se desarrollen las diversas industrias que potencien y diversifiquen la economía del país. En ese sentido el inicial uso para la navegación con el objetivo principal del control territorial, fue sustituido luego por el ferrocarril en la segunda mitad del siglo XIX y éste, a su vez, ya avanzado el siglo XX por la carretera, la que por sus limitaciones para el transporte a gran escala, en  la práctica ha limitado el desarrollo de las regiones del corazón de Colombia al propiciar la subutilización del medio de transporte más eficiente y barato que existe: la hidrovía.

Economía diversificada y en crecimiento, pero con sectores aún por despegar

La economía colombiana puede ser considerada como una de tamaño medio a escala sudamericana, pero en dinámico crecimiento que, bien conducido, puede llevarla a ocupar lugares de mayor preminencia en la región, en donde en la actualidad alcanza el cuarto lugar, después de Brasil, Argentina y Chile, con un Producto Interno Bruto (PIB) -nominal- de USD 319,290 millones según estimación del Fondo Monetario Internacional (FMI) para el año 2022, y que alcanzó dicho año un pico en la tasa de crecimiento, que fue de 7.3 % Ese PIB es bastante más alto que el PIB peruano que para el mismo año y según la misma fuente, alcanzó los USD 231, 691 millones. Ello indicaría un PIB per cápita de 6,644 USD/año para Colombia y 7,005 USD/año para el Perú… pero ya sabemos que los promedios estadísticos en el campo de la macroeconomía con frecuencia esconden realidades mucho más complejas y, por lo menos en su interpretación social, suelen no decir mucho.

Aplicando el coeficiente Gini, que representa el nivel de distribución de ingresos, donde el “0” indica que los ingresos y el consumo están distribuidos equitativamente entre toda la población (sociedad igualitaria), mientras el “1” representaría una situación hipotética en la cual solo una persona posee toda la riqueza (sociedad inicua), resulta que el “Gini Index” elaborado por el Banco Mundial para el año 2018, indica para Colombia un coeficiente Gini de 0,508 mientras que ese mismo año para el Perú es de 0,438, lo que querría decir que la riqueza nacional está menos mal distribuida en el Perú que en Colombia, situación que en ningún caso debe ser motivo de alegría u orgullo para los peruanos ya que según las Naciones Unidas “…un coeficiente de Gini superior a 0,400 es alarmante, ya que indica una realidad de polarización entre ricos y pobres, siendo caldo de cultivo para el antagonismo entre las distintas clases sociales lo que puede llevar a un descontento o agitación social”, siendo que ambos países nos encontramos por encima de ese umbral. Otra forma de introducirse al conocimiento de la desigualdad económica y social en los países es mediante el análisis de los indicadores de la pobreza, pero existen demasiadas fórmulas (pobreza monetaria, pobreza extrema, línea de pobreza nacional elaborada según distintos métodos), de modo que dejamos este tema en el punto mostrado en la primera parte de este párrafo.

Retomando el valor del PIB, vale la pena revisar cómo éste se distribuye por sectores económicos. En unas economías nacionales en donde los servicios ocupan, cada vez más, el lugar más importante como aportantes a la generación de la riqueza nacional, encontramos que para Colombia, el año 2021, la agricultura y pesca representaron el 7.4 % del PIB; la minería y petróleo el 5.3 %, la industria manufactureras el 11.5 %; el comercio el 17.8 % y los otros servicios el 41.4 %. Para el mismo año y en el mismo orden, la distribución sectorial del PIB para el Perú fue de  6.6 %; 7.4 %; 17.7 %; 18.0 %; y 50.3 % para el resto de los servicios.

Analizando brevemente cada sector económico, puede señalarse, de inicio, la alta similitud en la distribución o “peso” de esos sectores en la conformación de los PIB nacionales de Perú y Colombia. En cuanto a la agricultura y pesca, representan el 7.4 % del PIB colombiano y el 6.6 % del peruano. Pero existen varios asuntos que precisar: la pesca en Colombia es una actividad irrelevante, que en buena parte se realiza en aguas continentales y en piscigranjas, representando sólo el 0.2 % del PIB, lo que resulta una paradoja tratándose de un país que tiene dos fachadas marítimas, sobre el Océano Pacífico y sobre el Océano Atlántico (Mar Caribe); se da el caso, inclusive , de que buena parte de la demanda de pescado en las grandes ciudades es provista por los pescadores peruanos (originalmente campesinos andinos, miembros de una secta religiosa) que en la zona de confluencia de los ríos Yavarí y Amazonas, capturan bagres y los venden a los grandes frigoríficos ubicados en la localidad colombiana de Leticia para ser transportados luego a los mercados de ciudades como Bogotá, Medellín o Cali, donde tienen una alta demanda. ¿Porqué la pesca marítima es una actividad económica tan marginal en la Colombia contemporánea a pesar de contar con dos fachadas oceánicas?: gran misterio que necesitaría análisis detallados para poderle encontrar una explicación, compleja de explicar desde estas breves páginas, aunque es cierto que las aguas marítimas cálidas que rodean las dos fachadas marítimas de Colombia no son, normalmente, las más promisorias para una pesca a escala industrial, de alta productividad.

A la inversa, con una dotación extraordinaria de suelos aptos para la agricultura, calculada en por lo menos 40 millones de hectáreas (ha), Colombia se da el lujo de utilizar sólo 7 millones de ha, es decir, únicamente los suelos con muy alto potencial para la agricultura, lo que representa el 17.5 % del total de suelos aptos para el agro, los que además se benefician de las abundantes lluvias que caen regularmente sobre casi todo el territorio del país, por lo que la agricultura de regadío resulta casi una excepción: unas 900,000 ha en la región central cálida del valle del Magdalena y en los departamento del Cauca y de Tolima así como el nordeste próximo a la frontera con Venezuela a lo largo de la costa del Mar Caribe. A la inversa, en el Perú, según el “Atlas de la Superficie Agrícola del Perú” elaborado por el Ministerio de Agricultura y Riego (MIDAGRI) el año 2021, el país cuenta con una superficie de 11.6 millones de ha agrícolas. Sin embargo, estudios anteriores como aquel publicado en el recordado libro “Los Recursos Naturales del Perú” elaborado por la fenecida Oficina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales (ONERN) en 1985, fijan en 5 millones de hectáreas la superficie agrícola peruana apta para cultivos en limpio. Entonces, ¿de dónde salen los 6.6 millones adicionales de hectáreas de uso agrícola a los que hace referencia el citado Atlas del MIDAGRI?. Sin duda de la agricultura por cambio de uso de suelo (deforestación del bosque amazónico principalmente); de la agricultura en suelos de protección, como la que avanza en las empinadas laderas andinas, por encima del fondo de los valles; de la desaparición de las lomas costeras… todas ellas actividades depredadoras, con un impacto severo sobre la biodiversidad de ecosistemas frágiles, y que alteran los cursos de agua de escorrentía, produciendo colmatación de los lechos (y consecuente desvío de los cauces naturales) o la formación de estanques y pantanos que en las regiones cálidas atraen a los vectores de enfermedades como la malaria o el dengue que por esa razón no han podido ser erradicadas, sobre todo en las regiones de clima cálido.

En Colombia la agricultura es básicamente de monocultivo, propia del predominio de la gran propiedad agrícola. La gama de productos agrícolas producidos cubre una alta variedad,  encabezados por el café arábigo suave lavado, que cerró 2022 con una producción de casi 11.1 millones de sacos de 60 kg, 12% menos que los casi 12.6 millones de sacos de 2021, lo que no es obstáculo para que Colombia siga siendo el principal productor mundial de ese  café de muy alta calidad,  con indicación geográfica protegida, y cuya producción se localiza en el denominado “Eje Cafetero” conformado por  los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío, además de las regiones del noroccidente de Tolima, el suroeste de Antioquia, y el norte y oriente del Valle del Cauca, en el centro-occidente del país. Algunos otros productos agrícolas que colocan a Colombia entre los principales productores mundiales son caña de azúcar, flores, banano, palma aceitera, papa, arroz, palta (aguacate), yuca y maíz. Por su parte, la ganadería bovina se halla ampliamente desarrollada y crecientemente tecnificada, pues Colombia cuenta con un hato ganadero de alrededor de 26 millones de cabeza, distribuidos en su mayor parte en los departamentos de Antioquia (región andina y caribe), Córdoba (región caribe), Meta y Casanare (región de los llanos orientales). A diferencia, el Perú dispone de alrededor de 5 millones de cabezas de ganado bovino, distribuida principalmente en los departamentos andinos, lo que no sólo constituye una fracción del hato ganadero colombiano, sino que nos presenta como un país muy rezagado en una serie de aspectos necesarios para contar con una ganadería eficiente, tales como falta de mejoramiento genético, carencia de pastos adecuados, y unidades de producción de escala muy reducida, entre los principales.

En cuanto al sector minero-energético, Colombia destaca por la producción de hidrocarburos (petróleo y gas) principalmente en la zona los Llanos Orientales y del medio y alto valle del Magdalena, con una producción que fluctúa entre 750 y 800 mil barriles por día (B/D) que exceden largamente las necesidades del consumo doméstico y se procesan en su mayor parte en las refinerías de Barrancabermeja y la nueva de Cartagena mientras que un volumen bastante menor es extraído del departamento amazónico del Putumayo de donde el crudo se traslada mediante un oleoducto al puerto de Tumaco en el Pacífico colombiano. Esta situación contrasta con el caso peruano, en donde se producen 40,000 BD de petróleo mayormente pesado y de pozos residuales, tanto en la amazonía norte como en el sector litoral de la provincia piurana de Talara, el mismo que, estadísticamente, sólo cubre el 16 % de la demanda nacional.

En materia energética en Colombia es muy importante el carbón o hulla, con enormes reservas en la península de La Guajira, siendo este recurso energético, lamentablemente, muy dañino en cuanto a sus efectos ambientales. La gran producción del Cerrejón en los departamentos de la Guajira y el Cesar, superó el año 2022 los 65 millones de toneladas por un valor de 9,500 millones de dólares; asimismo, es importante el carbón coque, con 4.5 millones de toneladas por 1,700 millones de dólares, lo que coloca a Colombia como el tercer exportador global de este insumo para la industria del acero y ferroaleaciones.

Respecto a la minería propiamente, Colombia destaca por la producción de una piedra preciosa: la esmeralda, que se extrae en varios lugares, sobre todo de la cordillera central y oriental de los departamentos de Boyacá y Cundinamarca. Colombia es el principal productor mundial de esta piedra preciosa, distinguiéndose la colombiana por el color verde intenso y la pureza de esta gema por lo que representa, según los años, entre el 70 % y el 90 % de las esmeraldas que se comercializan en el mercado internacional. Al margen de ello, la minería metálica es prácticamente inexistente, sobre todo a escala de la gran minería, no obstante estar atravesado el territorio de este país, al igual que el de Perú o Chile, por la faja cuprífera, que en realidad es polimetálica pero con predominancia del cobre. La producción de metales como el oro resulta interesante en términos de volumen (47.6 TM de oro legal el año 2020), pero es aportada por operaciones de pequeña y mediana minería. La pregunta que cae por su propio peso es la siguiente: ¿porqué la minería metálica se encuentra tan poco desarrollada en Colombia?. Pareciera que se conjungan por lo menos un par de factores: por un lado, la temprana orientación de las actividades productivas hacia la agricultura, aprovechando la riqueza del suelo agrícola, la abundancia y regularidad de las lluvias, y la fácil accesibilidad del territorio -por lo menos comparativamente con otros países andinos-, lo que sumado a la amplia biodiversidad del país y la configuración de diversos ecosistemas, han estimulado la temprana consolidación de Colombia como un emporio agrícola. Por otra parte, la situación de violencia que afecta a Colombia a lo largo de varias décadas y la inseguridad que ella acarrea para el gran capital, ha dificultado la llegada de importantes inversiones que de haber desarrollado grandes proyectos mineros, hubieran contribuido a la creación de más riqueza y a la diversificación de la economía  del país. Claro, siempre y cuando las grandes explotaciones mineras se hagan con respeto a estrictas normas ambientales que no afecten el desarrollo de la agricultura ni la calidad en la provisión de agua para distintos usuarios.

En cuanto al sector manufacturero, gracias a la importancia demográfica, la alta urbanización y  la preeminencia de la clase media, es decir, del mercado interno, Colombia ha logrado desarrollar numerosos rubros industriales que producen bienes de consumo duradero y no duradero, además de otros más: maquinaria y equipos incluyendo partes e insumos para la industria automotor, materiales de construcción y ferretería, química, productos farmaceúticos, cosméticos, textiles y confecciones, y calzado.

Respecto a las exportaciones, el año 2022 éstas llegaron a alcanzar para Colombia los USD 57,088 millones contra los USD 63,193 del Perú, de donde se deduce fácilmente lo poco orientada que todavía está el aparato productivo colombiano a satisfacer las demandas del mercado internacional: en otras palabras, el año 2022, Colombia exportó al mundo el 17.88 % de su PIB mientras que el Perú exportó el 27.27 %.... prácticamente 10 puntos más!. De dicho total, el 46 % son exportaciones de petróleo y sus derivados así como carbón, mientras que en el Perú los productos mineros representan el 55 %. Otro aspecto paradójico está constituido por las exportaciones agrícolas. A pesar de todo lo señalado previamente respecto al enorme potencial agrícola de Colombia, país abundante en suelos fértiles rociados de abundantes lluvias en casi todo su territorio, éstas alcanzaron el año 2022 los 7,713 millones de USD, compuestas por café, azúcar, flores y banano, principalmente; mientras tanto, el Perú, país montañoso y particularmente árido en sus puntos de contacto con ultramar, exportó en el 2022 productos agrícolas por un valor de 10,421 millones de USD, en donde además de los productos tradicionales como azúcar, papa y arroz, deben mencionarse aquellos que en los últimos años han tenido un espectacular despegue tales como arándanos, uva de mesa, palta, espárrago, mango y banano orgánico, entre los principales. En otras palabras, el Perú está exportando en productos agrícolas un 35 % más que Colombia.

Es, entonces, en algunos sectores productivos y en el sector exportador, donde se sitúan los más grandes retos para la economía colombiana en los próximos años: impulsar la gran minería metálica ambientalmente viable y la pesca marítima, intensificar el mayor aprovechamiento del suelo con potencial de uso agrícola para producir más alimentos para el mundo, y diversificar la canasta exportadora especialmente con productos orientados a nichos de mercado en los países del primer mundo.

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Cuando se sobrevuela el territorio colombiano, el viajero se sorprende al apreciar el intenso verdor que cubre su suelo, desde las planicies y fondos de valle hasta las cumbres montañosas. El territorio de Colombia se presenta ante nuestros ojos como una esmeralda, una gema en proceso de tallado. El día en que esa joya se termine de pulir alcanzando la estabilidad política y la consolidación institucional por la que tanto ha luchado su pueblo, sin duda que Colombia alcanzará el grado de país desarrollado, modelo para la región latinoamericana.

20 de setiembre de 2023.

[1] Con información tomada en parte de: https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/cultura-chibcha-muiscas

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