¿SE AVECINA OTRO NIÑO COSTERO?: Desidia e incompetencia

Los circuitos de las aguas oceánicas están gobernados por los circuitos atmosféricos; en otras palabras, las masas de aire, a escala regional, “empujan” a las aguas superficiales de los océanos hacia el ecuador geográfico en latitudes tropicales y elevan su temperatura, en un contexto de cambio climático originado por la actividad humana, trayendo como consecuencia lluvias cada vez más intensas, que, al concretarse sobre la fachada de los continentes -como las costas occidentales de América del Sur, por ejemplo- generan violentos y destructivos desbordes de los cauces de ríos y quebradas que durante la mayor parte del año permanecen secos, al punto de generar una marcada aridez como la que caracteriza al desierto peruano-chileno.

En el Océano Pacífico Sur, los circuitos atmosférico y oceánico funcionan a plenitud. Entre las orillas occidental (sudeste asiático) y oriental (costas de Sudamérica, entre Ecuador, Perú y norte de Chile) del Océano Pacífico, median más de 17,000 km de distancia, sin mayores interrupciones (por ejemplo, grandes islas) lo que favorece que el Anticiclón del Pacífico Sur se organice y funcione con toda libertad sobre la superficie oceánica como si esta fuera una inmensa “mesa de billar”, que por el giro de la Tierra sobre su eje en dirección oeste – este (giro que tarda 24 horas = un día), determina que los vientos se organicen cual gigantesco circuito en el sentido contrario a las agujas del reloj. Similar proceso ocurre con el Anticiclón del Pacífico Norte, aunque allí, dicho océano no es tan vasto pero, además, por ocurrir en el hemisferio norte, el giro de las masas de aire (y el “empuje” de las aguas oceánicas) se da el sentido de las agujas del reloj. Entre ambos circuitos, el del Pacífico Sur y el del Pacífico Norte, se desplaza, entonces, en latitudes ecuatoriales, una contracorriente, que es una enorme masa de agua cálida superficial a la que conocemos como El Niño Oscilación Sur (ENSO, por sus siglas en inglés).

A ello se suma el efecto de las ondas Kelvin que transportan energía y permiten que la termoclina (la capa dentro de un cuerpo de agua o aire donde la temperatura cambia rápidamente) se profundice y el volumen de agua cálida sea mucho mayor. Dichas ondas que se caracterizan por niveles del mar más altos y temperaturas oceánicas más cálidas que el promedio, ya se originaron en el mes de julio pasado en el Pacífico Occidental, cerca de Indonesia, y demorará unos tres meses en llegar a las costas peruanas. Esto sumado al cambio de estación (el verano que empieza el 21 de  diciembre en el hemisferio sur) y el consecuente debilitamiento del Anticiclón del Pacífico Sur que nos trae la mayor parte del año aguas frías de latitudes circunpolares, va a generar las condiciones adecuadas para que vuelvan las precipitaciones torrenciales en la costa norte y central peruana hacia fines de este año.

Entonces, estamos asistiendo a una situación en la que el Fenómeno de El Niño, ya no tiene el carácter de un evento de corta duración coincidente con el inicio del verano del hemisferio sur y que se presenta ocasionalmente, más o menos una vez cada década, sino que se está evidenciando su tendencia a presentarse más frecuentemente y prolongarse en el tiempo tal como lo muestran las altas temperaturas que tenemos en la costa norte y central peruana, con varios grados centígrados, entre 2 a 7 °C por encima del promedio histórico,  configurando lo que ahora llamamos el “Niño Costero” tal como se observa en el gráfico que sigue:

 

ANOMALÍAS DE LA TEMPERATURA EN EL MAR PERUANO, 07.05.23

FUENTE: SENAMHI

Pero lo que llama la atención y genera preocupación es la desidia y desorganización de los organismos del Estado, llámese Gobierno Nacional, gobiernos regionales y gobiernos locales, para actuar YA.  No sólo se trata de la urgencia de la reconstrucción, que exige una actuación inmediata para recuperar la calidad de vida de la población, urbana y rural, así como reponer la capacidad productiva de grandes sectores en los valles de la costa del país, sino que ya la propia Secretaría de la Convención sobre Cambio Climático ha confirmado hace varios años, con el suficiente soporte científico, que el cambio climático se manifestará cada vez con mayor frecuencia e intensidad y nada garantiza que, por ejemplo, en la próxima estación de lluvias (aproximadamente de diciembre de este año a marzo del año siguiente) nos afecte un Niño Costero de igual o mayor intensidad al que acabamos de sufrir. 

Sin embargo, informe de fines de agosto de 2023, hechos públicos por el propio Contralor  General de la República, indican que a esa fecha, de los 3,565 millones de soles destinados por el Ministerio de Economía y Finanzas en el presupuesto de este año para los trabajos de prevención del fenómeno de El Niño, a la fecha indicada sólo se ha ejecutado el 5.6 %, cifra ridícula, que demuestra una suma de desidia y de incapacidad de gestión de tales organismos del Estado. 

Como decían nuestras abuelitas: “que Dios nos coja confesados” porque los tiempos se acortan y cada vez falta menos para que, casi con total seguridad, El Niño Costero vuelva a manifestarse  en toda su intensidad.

Pero al margen de ello, los peruanos tenemos que organizarnos y actuar en una perspectiva de largo plazo, y eso implica muchas cosas.

Por ejemplo, hay que empezar por mirar la experiencia del pasado prehispánico. En el tiempo, durante el tránsito de la conquista española a la república, hemos echado al cajón del olvido una serie de conocimientos ancestrales con los que nuestros antepasados lograron una exitosa (para entonces) gestión del territorio. No nos estamos refiriendo a trabajos como la andenería que permitió crear suelo agrícola en las empinadas laderas de valles y quebradas andinas donde de manera natural no lo había. Tampoco a los canales de riego construidos labrando la roca para llevar agua para riego desde donde esta abundaba a los sectores escasos en materia del recurso hídrico. Estamos pensando, por lo pronto, sólo en la localización de los centros poblados prehispánicos en los valles de costa: desde Caral hasta Chan Chan, ellos se ubican fuera de los valles o bien en los sectores naturalmente elevados que aparecen en algunos sectores del fondo de valle. Veámos solamente el caso de las huacas y áreas de concentración de población prehispánica en lo que ahora es Lima Metropolitana: Mateo Salado, Huaca Pucllana (o Juliana), Puruchuco, entre las principales, son demostración de ello. Esta sabiduría ancestral evitaba, por lo menos, que la población y sus viviendas se vieran afectados por la manifestación periódica de lo que hoy llamamos el fenómeno de El Niño.

La construcción de viviendas, carreteras y otras vías, instalaciones industriales, parques, entre otros, ha sido hecha, en el tiempo y gradualmente, en lo que constituye el lecho excepcional de inundación de los ríos costeros, en una nefasta combinación de necesidad de terrenos para vivienda; falta de planes de ordenamiento territorial (OT) o de su aplicación, ya que existen muchos planes de OT pero hechos sólo para cumplir las formalidades y que por tanto no se aplican por parte de los gobiernos regionales y municipios locales; o, de la acción de mafias de traficantes de terrenos en donde no es raro encontrar involucrados a los propios funcionarios de los gobiernos regionales y locales.

Una adecuada planificación urbana implica NO OCUPAR EL LECHO EXCEPCIONAL en los ríos costeros. ¿Cómo saber cuál es ese lecho excepcional?  En realidad, ello se puede determinar con una combinación de conocimientos. Los registros de los caudales históricos máximos para cada estación de crecientes en cada río costero, es un primer dato valiosísimo: si un río como el Piura  registró en la estación de crecientes de 2017 un caudal excepcional de más de 3,000 metros cúbicos (m3/s) a la altura de la ciudad de Piura en un determinado momento, entonces, como primera acción, debe conocerse con exactitud cuál es la capacidad de transporte de la masa de agua en la sección del río a esa altura del cauce del río. Todo lo que exceda esa capacidad se convertirá en un desborde que afectará –como en efecto ocurrió- extensos sectores de la ciudad.

 

¿Cuál es la solución? La solución es una combinación entre respetar lo que es, por lo menos, el lecho mayor de inundación del río, y la altura sobre el lecho que deben tener las obras de defensa que se construyan en las riberas que tienen que hacerse a lo largo de varios kilómetros, mediante diversas soluciones de contención, entre las que se encuentran los muros de concreto armado con la cimentación y espesor adecuados para resistir la fuerza de las aguas. Obviamente, donde el curso del río tiene una mayor pendiente, la fuerza destructiva de las aguas es mayor y, en consecuencia, los ingenieros deberán calcular la cimentación, la longitud, el espesor, la altura y la densidad de las obras de defensa necesarios para garantizar la protección a las ciudades de esos embates.

Lo otro es reubicar a la población de los sectores que no hacen parte del casco urbano de las ciudades y que, por lo general son posesionarios víctimas de los traficantes de terrenos, a lugares seguros, no inundables, en donde se construirían complejos de viviendas básicas que serían vendidas a sus nuevos propietarios a precio de costo y con largos plazos de financiamiento. ¿El Fono Mi Vivienda?.

Es importante –eso sí- que la reconstrucción, en lo que se refiere a viviendas de habitantes urbanos, tome en cuenta que esas personas trabajan y desempeñan labores en las ciudades, en otras palabras, son citadinos, por lo que no se les puede desprender de tal característica. Por ello, un buen plan de desarrollo urbano, que sí es posible sea diseñado por arquitectos y urbanistas y ejecutado por ingenieros civiles, en corto tiempo, se presenta como de una necesidad absoluta.

Por último, como parte de esta breve reflexión, debe señalarse que también hay que hacer un trabajo en el delta o abanico de deyección de los ríos. Allí, a falta de pendiente, o sea, a poca distancia de la entrega de las aguas al mar, los ríos costeros forman deltas o, como en el caso del río Piura, transporta tantos sólidos en suspensión que al llegar al litoral marino forma una barrera en el sector de su recorrido final, que dificulta la evacuación del exceso de agua y su ingreso al mar, formando, en el caso de este río, el denominado Estuario de Virrilá. En los años de creciente excepcional, y en caso concreto del río Piura, se tiene la característica adicional de que cerca de su desembocadura se ubica el punto del territorio nacional de más baja altitud (- 34 msnm), en el desierto de Sechura cerca del cerro Illescas, por lo cual las aguas excedentarias, buscando siempre el punto más bajo que les permita su salida, forman la, así denominada, Laguna La Niña, un enorme estanque transitorio que almacena millones de metros cúbicos de agua al que lamentablemente no se le puede dar mayor uso, hasta la fecha, por encontrarse más allá del valle, en el encuentro del río con el mar. En ese contexto, habría que considerar la forma de no desperdiciar un recurso tan precioso en la costa peruana como lo es el agua: las alternativas, que deben evaluase en términos de sus costos y beneficios, parecen ser: a) bombear el agua hacia los sectores productivos del valle de Piura; o b) descolmatar la represa de Poechos para recuperar su capacidad de almacenamiento que fue diseñada para aproximadamente 1,000 millones de metros cúbicos, pero que por la mala gestión de la cuenca, especialmente en la parte alta del río Catamayo-Chira, en territorio ecuatoriano, se estima que ha sido reducida a la fecha en más del 50 %. Ambas opciones, lamentablemente, a costos casi impensables.

Y en lo que significa el impacto sobre las actividades productivas agrícolas, las lluvias intensas, a veces llegan en plena etapa de floración de los árboles frutales, haciendo que esa etapa del ciclo de desarrollo de la planta se frustre y en consecuencia no se obtenga el fruto esperado, como ha ocurrido en el caso del limón, que desde meses pasados ha estado ausente o conseguido muy limitadamente y a precios siderales en los mercados urbanos. La agro-exportación, en general, también podría verse seriamente afectada. Pero ese es otro tema que no trataremos en detalle en este breve artículo.

Concluimos señalando que lo expuesto en esta nota, indica la complejidad y el esfuerzo que implicará la recuperación de los impactos del Niño Costero que afecta a los valles costeros del Perú, desde la frontera con el Ecuador, hasta Ica. A cada problema probablemente habrá que aplicar una solución ajustada a la realidad física y humana de cada valle, pero ella debe ser lo suficientemente eficiente como para garantizar que no tengamos que enfrentar descalabros como los observados este año. La naturaleza y especialmente los ríos, reclamarán siempre lo suyo y si no actuamos en consecuencia periódicamente tendremos que pagar, con creces, los enormes costos de la improvisación, de la falta de institucionalidad, y del predominio de la irracionalidad y de la corrupción en los procesos de ocupación del territorio. Para un país como el nuestro en donde todavía abunda la pobreza, mantener esta situación es un gravoso freno para su desarrollo.

21 de septiembre de 2023

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