Una mirada actual a nuestros países limítrofes
El Perú
limita con cinco países, todos ellos –excepto el Brasil- herederos del imperio
colonial español en América.
Mientras duró
la dominación ibérica, las competencias territoriales de virreynatos,
audiencias y capitanías, eran datos relativos, variables, susceptibles de ser
modificados en cualquier momento en función de los intereses y necesidades de
la metrópoli y de la administración colonial. Las relaciones entre los
habitantes y actores económicos, entre ciudades y sus áreas de influencia, se
desenvolvían, sin embargo, en ciertos ejes y de manera estrecha, con poca
consideración a la competencia territorial de cada una de esas
administraciones, asunto que viéndolo retrospectivamente no deja de llamar la atención, más aún cuando
la conectividad era por lo general muy deficiente. Ejemplos de ello son
las rutas comerciales de la plata, que
involucraba el sur peruano con el Alto Perú y particularmente con la Villa
Imperial de Potosí; o aquella otra que conectaba el puerto de Paita, en el
norte del Perú actual, con los feraces valles andinos de la entonces Audiencia
de Quito; o una tercera, que permitía la complementación productiva y el
comercio de excedentes agrícolas entre la Capitanía General de Chile y el
Virreynato del Perú; territorios, todos
ellos, que luego de la gesta de la Independencia han quedado repartidos bajo la
soberanía de más de un Estado sudamericano.
El
advenimiento de la República, no introdujo un cambio sustancial a esta
situación mientras que, como nacientes entidades nacionales, nuestros países
pasaron a relacionarse política y económicamente cada vez más con otras
potencias extra-continentales (Inglaterra, Francia; Estados Unidos luego).
Pero, conforme los Estados-Nación fueron individualizándose y fortaleciéndose,
y las redes de transportes y comunicaciones densificándose y haciendo uso de
tecnologías más eficientes, se produjo un gradual vuelco en el proceso de
ordenación y administración del territorio. En la actualidad, a pesar del
enorme obstáculo para la articulación e integración interna del Perú (así como
de los países vecinos) que representan los Andes o la Amazonía, no puede
negarse que nuestros progresos en esa materia han sido muy grandes en décadas
recientes.
En ese
contexto, la mirada y la intensidad de la relación con los países limítrofes
también ha operado en tiempos recientes un giro básicamente cuantitativo. De
lejanos “países hermanos”, más presentes en el imaginario que en la vida
cotidiana, pasamos otra vez a interactuar, ya no sólo sobre determinados ejes o
rutas regionales como en el pasado colonial, sino de manera integral y en los
más diversos campos de la vida entre sociedades y economías nacionales vecinas.
A partir de la construcción de carreteras y vías férreas transcontinentales,
del progreso de las telecomunicaciones,
de la densificación y mayor autonomía de las redes de transporte aéreo,
de las oportunidades que abren los procesos de integración, y –como no- de los
impactos de la globalización, estamos redescubriendo el significado de la
vecindad, pero sin que ello sea suficiente todavía para introducir a esa nueva
relación un cambio fundamentalmente cualitativo: reconocer plenamente en nuestros países
vecinos al hermano largamente ausente; eliminar ciertos temores; diluir los
estereotipos; animarnos a desactivar algunas estridentes alarmas; construir
puentes de relación perdurables...
Por esa
razón, dejando momentáneamente de lado el desarrollo de nuestra serie “Las
Regiones Naturales del Perú” (capítulo I de esta sección “Ensayos”), damos
inicio, a continuación, a esta otra serie –capítulo II- que titulamos “El Perú y la compleja vecindad” en la que presentaremos, gradualmente, cinco
breves ensayos introductorios al conocimiento de cada uno de nuestros países
vecinos. Dejamos constancia, eso sí, que el término
“complejo” alude aquí a lo denso y difícil que nos resulta asimilar, en pleno
siglo XXI, la realidad geográfica, cultural, social y económica de entidades
nacionales próximas geográficamente, vinculadas por fuertes lazos en el
pasado, pero que durante los dos últimos
siglos han evolucionado, al igual que el Perú, casi divorciadas unas de otras,
siendo que los retos globales del mundo contemporáneo, los más altos postulados
de la integración regional, y, por supuesto, el interés de nuestros pueblos,
plantean como una exigencia que ellas se vuelvan a reencontrar.
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